Migrante en Chile
Rosa es limeña, tiene 26 años y desde el 2008 está llevando un post grado en Economía en Santiago de Chile; en estas líneas, ella y su familia nos comparten lo que significó el tomar la decisión de migrar, y cómo lo viven.
Qué estudiar estuvo claro desde que egresé de la Universidad, siempre quise algo relacionado a políticas públicas, pero “dónde”, no. Mi papá quería que estudiara en San Marcos, pero yo deseaba ir al extranjero para adquirir nuevos conocimientos y experiencia.
Al evaluar los costos observé que no existía mucha diferencia entre un Magíster dentro o fuera del país, y estudiar fuera podría resultar más barato si conseguía una beca. Pensé en España, pero habían terminado las postulaciones para obtener becas, quedando la opción de postular dentro de la región. Finalmente dos recomendaciones coincidieron en el Programa que hoy curso en Chile.
En abril del 2008, cuando trabajaba para una institución del Estado, me admitieron en el Magister de Economía en la Universidad Alberto Hurtado de Chile; sin embargo, no obtuve beca de ninguna fundación, y sólo hasta junio del mismo año el Programa me ofreció una beca parcial.
Los primeros días en Santiago
Al comienzo todo era nuevo, interesante, uno siente que está de vacaciones, todo es bonito, pero ya con el transcurrir de las semanas te vas dando cuenta que no son vacaciones y te tienes que ir acostumbrando al nuevo ritmo de vida y estudios, así como al estar lejos de la familia.
El primer impacto fue el clima, conocí una verdadera lluvia con la cual se necesita usar paraguas; y el frío de la noche requiere calefacción. El tema de la comida también fue importante, tener que acostumbrarme a nuevos y extraños sabores. Y finalmente el lenguaje fue algo complicado, pues a pesar que hablamos español aquí se hablan con muchas jergas, con chilenismos, y lo que para nosotros significa algo, en Chile es otra cosa totalmente distinta….Mas allá de eso, el proceso de adaptación no fue difícil.
El ritmo de la maestría es fuerte e intenso, varias veces he escuchado a profesores decir “esta maestría no es de competencia, sino de resistencia”. La mayoría de alumnos somos extranjeros lo cual nos ha permitido conocer diversas culturas, con la particularidad de que en mi promoción somos 4 peruanos, por lo que la vivencia se hace grata y acogedora.
Estar aquí no deja de ser difícil y complicado por el hecho de estar lejos de la familia, los amigos y la tierra, así como de las “seguridades” y “comodidades” de mi hogar.
Desde aquí se ve y se sienten diferentes las noticias sobre la relación Perú-Chile, a veces son exageraciones para llamar la atención, o problemas entre políticos más que entre personas.
En lo personal, no me he sentido discriminada, a excepción de la vez que andaba en busca de pieza y me decían por teléfono que no arrendaban a extranjeros, pero ello es entendible, pues eso depende de las preferencias de las personas, por ejemplo en la casa donde vivo la dueña sólo arrienda a extranjeros. En lo demás, siempre me he sentido bastante bien, aunque sé que eso no ocurre siempre con todos los peruanos, en particular con los que trabajan en construcción o manufacturas, y es lamentable.
Desde esta ciudad, que hoy me acoge y recibe, la vida tiene un sabor distinto pero agradable, estudiar en otro país no solo significa nuevos conocimientos, sino también la riqueza de todas las personas que aquí he conocido.
Florencio y Martha, los padres.
¿Qué pensaban ante la posibilidad de viaje de Rosa?
F: Nos sorprendió. Yo dije: “pero si lo puede hacer acá en el Perú”, pero su ideal era hacerlo en el extranjero; era su decisión y a nosotros nos toca desearle lo mejor.
M: Al comienzo yo no aceptaba, le decía “cómo te vas a ir”, pero me decía que lo que quería estudiar no había acá en San Marcos, y al final tuve que aceptar. Pero lo hice con temor, le decía “sola y sin familiares, ¿cómo te vas a ir?”.
¿Les daba igual Chile que cualquier otro país?
F: Al comienzo había algo de desconfianza por la xenofobia a los peruanos, por los problemas y conflictos que hay; que pudiera haber alguna represalia con los ciudadanos que viajan para allá; pero a medida que pasaba el tiempo y que nos iba contando las vivencias que tenía, es otra la idea que tenemos, no como antes, que me decían que los ciudadanos chilenos trataban mal a los peruanos.
M: Antes nos fiábamos de lo que salía en las noticias: “que la guerra”, “que habló mal”, y nos daba miedo cómo la vayan a tratar, pero ella misma nos daba a entender que no era así, que entre ellos [con los chilenos] se bromean.
Los temores más grandes:
M: Yo tenía temor de los asaltos y la violencia, como hay acá, y que la traten mal. Yo era muy aprensiva, preocupada de que algo le pase, pero poco a poco me fui disciplinando a lo que me decía, porque al principio le quería resolver los problemas desde acá, pero ella tenía que aprender a caminar sola.
F: Ahora estamos más tranquilos, ella va a terminar sus estudios y va a conseguir lo que tanto deseaba. Aún no sabemos si luego de la maestría va a trabajar allá.
M: Parece que su inquietud es quedarse en Chile o mirar otro país, porque quiere seguir doctorado. Ella tiene otra mira, otra meta, y tiene que trazar su porvenir.
Publicado en Revista Intercambio Nº 12 (Abril 2010)
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